Jesús dijo que había venido para que tuviéramos vida, y la tuviéramos abundante. La Biblia utiliza a menudo la palabra vida, siempre implicando que es la mayor de las bendiciones. “Le saciaré de días y le haré ver mi salvación” “Tú me enseñarás el sendero de la vida”. “Guarda tu corazón con toda cautela, porque de él brotan manantiales de vida” . Jesús dice que quienes lo sigan tendrán luz de vida. Y la gran meta del hombre, se dice en toda la Biblia, es la vida eterna.
Pero ¿cuál es la vida de la que habla la Biblia? No intentamos definir la palabra en este breve ensayo. Bastará con señalar que uno experimenta la vida sólo cuando es feliz, cuando se siente libre, útil, alegre y cuando no conoce el temor ni la duda.
Todo el mundo ha conocido esos períodos en la vida, aunque sean menos frecuentes de lo que deberían ser, y esos son los momentos en los cuales uno está vivo, en los cuales uno disfruta de la vida. En otros instantes , uno no ha tenido vida, en el sentido de las Escrituras.
De modo que cuando la Biblia nos promete una larga vida, bajo ciertas condiciones, nos promete un largo período de júbilo y libertad. Cuando promete vida eterna, promete el disfrute de esas cosas para siempre.
Una vida física larga, llena de esfuerzos, sufrimientos y decepciones, llegar a una edad avanzada sin alegría ni esperanza, no es una larga vida en el sentido bíblico. Semejante historia, en realidad, es una forma de muerte.
La vida en la concepción bíblica es infinitamente valiosa, y se nos promete con la condición de que acatemos la Gran Ley, buscando un mayor conocimiento de Dios y situándolo en primer lugar en nuestra existencia.
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