El poder del pensamiento es la segunda gran lección sobre la cual tenemos que lograrla maestría y una vez más aquí, como nos dijera Jesús, al árbol se le conoce por sus frutos.
Ahora que entiendes estas cosas en mayor o menor grado, debería ser posible para ti ir por la vida y encarar la muerte con esa "mente equilibrada" a la cual se refirió un vidente contemporáneo. Deberías habitualmente estar alegre y feliz, no excesivamente feliz por la aparente buena fortuna ni excesivamente deprimido por adversidades temporales porque evalúas ambas situaciones según su valor correcto. Nunca debes casarte tan completamente con ningún conjunto particular de condiciones —con una casa, distrito, trabajo, vocación o algún otro arreglo terrenal—que no puedas partir de tal sin excesivo pesar. Para tu felicidad o autoestima no debes depender de la alabanza humana o aprobación, si bien tales cosas podrán ser apreciadas en su lugar y momento.
Tu actitud debería ser ésta: "Cumplo con mi deber y gozo donde estoy; hago mi trabajo y sigo adelante —a otro trabajo. Yo voy a vivir para siempre; de aquí a mil años todavía estaré vivo y activo en alguna parte; y así los eventos de hoy tienen sólo la importancia que les corresponde hoy. Siempre lo mejor está todavía por venir. Siempre el futuro será mejor que el presente o el pasado porque yo estoy creciendo y progresando perennemente y soy un alma inmortal. Yo soy el maestro de mi destino. Recibo a lo desconocido con un saludo y doy el paso adelante con gozo, regodeándome en la Gran Aventura."
Armado con esta filosofía y realmente entendiendo su poder, no tienes nada que temer de la vicia o de la muerte porque Dios es Todo y Dios es el Bien
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