La única cosa que se merece una devoción ilimitada es la búsqueda de Dios, pero esto puede poseer nuestras vidas y, no obstante, no desequilibrarnos nunca. Tampoco significa esto que debemos pasar por la vida sin interesarnos mucho por nada en particular, ya que una vida así simplemente no valdría la pena vivirse. Por el contrario, deberíamos tomar un gran interés en todos los eventos de la vida a medida que vienen a nosotros, y cuanto más sean las cosas que nos interesen, tanto mejor estaremos, siempre y cuando dichos intereses estén dentro de los límites de lo razonable. Particularmente deberíamos tener un interés entusiasta en nuestro trabajo diario, sea cual fuere; pero, de nuevo, siempre dentro de los límites de lo razonable. Nada debe tener tal agarre sobre nuestro corazón que la pérdida de dicha cosa en particular haga que el resto de nuestra vida pierda su sentido. Este es el verdadero entendimiento de la virtud oriental del desapego, a saber, un agudo e inteligente interés en las cosas que tenemos mientras las tenemos, con una completa disposición a seguir adelante a cosas nuevas cuando viene la señal. Si vivimos de esta manera no habrá posibilidad alguna que quedemos "atados a la tierra".
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