¿Qué es lo que determina la clase de lugar al que uno irá después de la muerte, y la clase de gente con la que uno se topará? Por supuesto, al igual que vuestro circunambiente aquí, esto no es cuestión de suerte o albur. Irás al lugar y estarás con gente para la cual te has preparado por tu pensar habitual y tu modo de vida aquí en la Tierra. Nadie te "manda" a ninguna parte. Tu naturalmente gravitas hacia el lugar al que perteneces. Has configurado un carácter en particular, esto es, una mentalidad específica a causa de tus años de pensar, hablar y actuar en este plano. Esta es la clase de persona que eres en el momento, y te encontrarás en las condiciones que corresponden a tu personalidad.
Recuerda que definitivamente la muerte no ejerce ningún cambio en ti. Sigues siendo exactamente la misma persona que eras antes de que pasara. Cuentas con la plenitud de tu memoria y recuerdas los eventos generales de tu vida tan bien (y a veces hasta mejor) como lo hacías hacia el final de tu vida aquí. Estudiantes de metafísica entienden que todas nuestras condiciones en este mundo son el resultado de nuestros pensamientos y convicciones, y precisamente lo mismo también es verdad en el otro mundo. En este plano la gente con los mismos intereses tiende a atraerse mutuamente. La ley de que “pájaros del mismo plumaje vuelan juntos" se mantiene por todo el universo.
Sin embargo, hay una diferencia extremadamente importante: en el otro lado tus pensamientos son demostrados inmediatamente. En este mundo, como sabemos, puede que tome días, semanas, y hasta años antes de que estados mentales se manifiesten, pero allá estos son demostrados enseguida. Todo aquello que piensas o sientes vehementemente lo experimentas" instantáneamente como una condición externa, y esto al principio es motivo de confusión.
A los que están del otro lado el éter les luce tan sólido como la materia física a nosotros, y al principio esperan que tenga la misma inercia que la materia física que, por cierto, no tiene. Se sorprenden y desconciertan cuando encuentran constantemente que dicho éter se somete inmediatamente a la manipulación de sus pensamientos. El sentimiento que experimentan es similar al de una persona que pierde el control de su automóvil. Esta gente piensa —y algo pasa para corresponder a ese pensamiento, lo cual los sorprende o atemoriza. Este temor causa una intensificación del fenómeno o, quizás, un aparente cataclismo; y la confusión va cíe mal en peor y se multiplica hasta que el recién llegado recupera la calma y aprende a controlar su pensamiento. Es natural que se suponga que bajo estas condiciones sólo se necesita ser cuidadoso con lo que piensa y todo saldrá bien; y esto es verdad, pero en la práctica es difícil cambiar instantáneamente los propios hábitos de pensamiento. Si durante nuestra estadía en la Tierra acostumbrábamos abrigar pensamientos negativos (pensamientos de miedo, crítica, mala voluntad o enfermedad), se requerirá algo de tiempo para sobreponerse a tales hábitos cuando cambiamos de plano. La mayoría sabe muy bien (especialmente aquéllos que hemos tratado La Dieta Mental de los Siete Días) que cambiar la corriente de pensamiento no es cosa fácil; pero, por supuesto, tiene que hacerse.
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